La Verdad Tras El Engaño En Los Productos Alimenticios

Recién estamos empezando el 2017 y ya parece que será el año de la verdad sobre la alimentación.

En un principio fue el azúcar, luego la panga y ahora le tocó el turno al aceite de palma.

Al parecer la sociedad está más consciente y los consumidores cada vez estamos más alertas de cómo la industria alimentaria juega con nuestra salud.

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Sabemos que no hay un alimento comprado que nos vaya a matar si lo comemos alguna vez. Pero eso no significa que no debamos tener una dieta equilibrada y saludable.

La sociedad se ha ido construyendo bajo un sistema alimentario que se basa en los “ultra procesados”. Eso nos convierte en consumidores perezosos y confiados, la mayoría de las veces engañados o manipulados por publicidad que enfoca nuestra atención en los llamativos paquetes más que en su real contenido.

Sin embargo, algo está cambiando.

 

La verdad de los alimentos expuesta

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El 2017 comenzamos con la información que alertaba sobre el consumo excesivo de azúcar diario gracias al viral creado por el proyecto de Sin Azúcar. Según la OMS y demás organizaciones y expertos, nos vienen alertando hace tiempo de los riesgos de consumir sistemáticamente demasiada azúcar. Pero ahora nos damos cuenta de forma gráfica la cantidad de azúcares que se ocultan detrás de bebidas, precocidos, cereales, galletas y muchos otros alimentos.

Un mes después surgió la polémica sobre la panga. Se trata de pescado muy popular por su precio y lo fácil de su cocción y consumo. Existían muchas críticas hacia esta especie que viene del sudeste asiático, pero lo que terminó por encender las alarmas  fue la noticia de que una gran cadena de supermercados dejaría de comercializarlo. Es un pescado de escaso valor nutricional, con riesgos sanitarios y que supone un peligro para el medio ambiente.

Y hoy en día el tema de conversación es el tercer producto en disputa: el aceite de palma. Oculto tras la etiqueta de “grasas” o “aceites vegetales”, este aceite es el más requerido por la industria alimentaria de todo el mundo.  Está presente en muchos, sino en todos, los productos que consumimos día a día. Es un aceite potencialmente peligroso para la salud ya que es rico en grasas saturadas; además, debido a su producción masiva, está terminando con las selvas tropicales.

 

¿El año del cambio?

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Para ser sinceros, esto no es ninguna novedad. Hace tiempo ya que sabemos de los peligros que implica el consumo excesivo de azúcar o grasas saturadas o que el planeta se ve cada día amenazado por nuestro sistema productivo tan globalizado. Pero lamentablemente, el mensaje no llegaba a todos los consumidores y sigue habiendo mucha gente engañada por una industria que nunca pierde.

 

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Varios pueden quejarse que cualquier cosa, en la actualidad, se hace viral con mucha facilidad. Explotan polémicas o modas absurdas a diario. Pero si no fuera por la masificación a través de las redes sociales, los proyectos como el de Sin Azúcar, no habrían tenido el impacto que tuvieron. Incluso pudieron llegar a los medios de comunicación más formales. Puede ser que con esto, por fin estemos despertando y nos transformen en unos consumidores más exigentes y conscientes. No queremos seguir siendo manipulados.

Y gracias a que los medios han ayudado a la masificación de la información, es que los mismos fabricantes (algunos) están acusando recibo. Algunas empresas empezaron a retirar productos de sus locales y otras prometen que buscarán fórmulas más saludables y sostenibles con sus productos.

 

Esto es sólo el principio

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Quizás todo esta alarma sea la gota que rebalsó el vaso que inició la OMS sobre el consumo de carne. ¿Cuál será la siguiente polémica? ¿El debate sobre el glutamato monosódico? Esto puede ser el inicio de un verdadero cambio.

Y no se trata de cambiar un producto por otro similar sólo porque tenga aceite de oliva o edulcorante en su portada. El accionar es simple: empezar a leer las etiquetas de todo lo que se compre, prestando atención a la letra chica. Debemos volver a la cocina real y dejar de ser demasiado dependientes de los precocido y procesados. Si vemos nuestra despensa, veremos que todo se trata de alimentos “fáciles”, comida de “paquete”. Claro, son muy cómodos y fáciles de hacer pero poco recomendables para la salud a largo plazo. Hay muchos alimentos que no requieren de azúcares extras ni aceite de palma en su interior: una manzana, un tomate, un pescado de estación del día o un pan artesanal.

Debemos exigir más responsabilidades a los entes correspondientes y vigilar que se cumpla la legislación, pero la última palabra la tenemos nosotros y somos quienes decidimos qué poner en nuestra mesa.

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